
La muerte de los seres nefasto es de increíble alegría y jolgorio, cómo la de Raúl Reyes, Iván Ríos y ahora ultimo la del demonio hecho hombre Jorge Briceño alias “mono jojoy”. No se puede evitar que dicho suceso cause gran festividad, seria engañarse a uno mismo decir que no es así.
Sin embargo, lo que sucedió con la muerte del histórico “guerrillero” colombiano me llevo a pensar en una situación muy seria después de leer el texto escrito por el filosofo antioqueño Gonzalo Arango llamado Elegía a “Desquite”. “Mono jojoy” merecía morir, es cierto, pero no más que los bandidos que hay el poder.
La historia de Colombia es la novela de un estado que ha fracasado, que ha obligado a muchos de nuestros ciudadanos a tomar los caminos que lo lleven a sobrevivir y dentro de ese trayecto siempre esta la perversión y el destierro de la benevolencia.
Jorge Briceño, es uno de esos ciudadanos que el estado los convirtió en indignos de existir, en seres desechables con incapacidad de respuesta. Él, como otros personajes fueron llevados a la malignidad, era un hombre que empezó a luchar por una idea, no política, no ideológica, no social y menos cultural, su lucha era igual que la de otros, la simple supervivencia.
No pretendo justificar las ominosas actividades de ese bandido, pero preocupa que regrese otro igual –cosa que sucederá- porque él como otros muchos son victimas del olvido, el desprecio y la decepción de un país que les da dulces al vecino y latigazos a sus hijos.
La maldad, la pobreza, la angustia de un pueblo no hace parte de la naturaleza humana, sino que es el resultado de un estado inútil y fracasado como el colombiano que en vez de hacer más digno a sus hijos los mata.
No apoyo las atrocidades de “mono jojoy”, pues el exterminio se lo merecía y considero que fue poco para el castigo que se le tenía que aplicar, no obstante, comprendo su odio a una patria que lo excluyo y lo degrado en su propio espíritu (parte que ya no tenía).
Así mismo, quien me puede negar que hay padres de la patria que se tiene que ganar el mismo trato. Personas que llevan en sus espaldas y su investidura más vidas desaparecidas que las que pudo cargar el “mono jojoy”.
Deseo sobre manera, que ese malhechor donde sea que este, siga pagando sus atrocidades. Pero estoy seguro – como dijo Gonzalo Arango- que no irá al Infierno, pues él ya pagó sus culpas en el infierno sin esperanzas de su patria. Tampoco irá al Cielo porque su ideal de salvación fue inhumano, y descargó sus odios eligiendo las víctimas entre inocentes.
También espero, que junto a él lo acompañen personajes de casta impureza que sin necesidad de un disparo han exterminado a miles de colombianos; son ellos detestables, son ellos poca cosa. Animal maloliente y nauseabundo que se creen ejemplos de pureza y moral, cuando la realidad es que son iguales o peores que “mono jojoy”.
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