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Algunos platónicos posmodernos dicen que “los colegios son prisiones donde se cría y se domestica por medio del saber”. Para muchos críticos teóricos esta afirmación es una reverenda estupidez. Sin embargo, a veces las realidades históricas crean relaciones simbólicas que terminan determinando formas de ver este mundo; como el caso del Colegio Nuestra Señora del Rosario.
Una institución educativa, que para muchos es un simple sitio donde asisten jóvenes y niños a instruirse, es en realidad un claustro con una historia profunda, misteriosa y en gran medida desconocida.
En la calle 43 No. 46-98 donde queda actualmente, hace más de sesenta años quedo una de las prisiones de máxima seguridad más importantes de la Región Caribe, la ya olvidada cárcel de Obando.
Este reclusorio fue construido en 1930, albergó a miles de presidiarios de toda índole, calaña y locura. Pero sin duda esta cárcel se hizo famosa gracias a que en sus laberínticos pasillos estuvo el reconocido asesino y delincuente francés Henry Chariere, conocido por su alias de “Papillon”; uno de los prófugos más buscados por Scotland Yard, quien se escapó de todas las calabozos en las que estuvo y que además salió siendo escritor. Pero a pesar de toda su fama y potencial para liberarse de los grilletes de los reclusorios, fue en Barranquilla donde sus habilidades flaquearon y de donde nunca pudo huir.
La cárcel fue cerrada y en ellas se fueron las historias, los gritos y los secretos de cuatrocientos presos y cien vigilantes. Una cárcel que fue organizada como cualquier prisión de Europa comento el historiador e investigador Helkin Núñez, agregando que la prisión se caracterizaba por no solamente recluir criminales, sino también dementes y personas con problemas psicológicos graves, es decir que entre sus paredes quedan guardados los sueños y pesadillas de almas que vivieron en lo que se podría considerar el averno obscuro de Hades.
En este sitio de mazmorras y halo de maldad se creo la Institución Distrital Educativa Nuestra Señora del Rosario, que con su construcción republicana, los barrotes en las aulas de clases, los pasillos densos y angostos mantienen esa atmósfera de excluidos, maldecidos e ignorados, pero ahora ya no son los criminales los que caminan por estos pasadillos de tortura, sino niños que desean construir un futuro de sueños y triunfos en el mismo suelo donde a muchos esas fantasías se diluyeron en el ostracismo que es la inmundicia de ser signado y anatematizado como apestosos seres del pasado.
En estos espacios se educa, se endereza y reubica a los estudiantes, de la misma manera que los antiguos presos eran trabajados. Los primeros sobre el saber, la disciplina y el deber ser con el mundo, y los segundos sobre la separación, la tortura y el olvido.
Por esta razón la rectora del colegio Ilva Escalante expresa que “a la institución no le interesa recordar el tema de la cárcel y Papillon, ya que sería como hacerle un homenaje a todos los asesinos, ladrones y violadores que estuvieron entre las rejas. La idea es mostrar lo bueno del ser humano haciéndole homenajes a nuestros próceres y no a fantasmas que nadie quiere recordar”.

Por esta razón la rectora del colegio Ilva Escalante expresa que “a la institución no le interesa recordar el tema de la cárcel y Papillon, ya que sería como hacerle un homenaje a todos los asesinos, ladrones y violadores que estuvieron entre las rejas. La idea es mostrar lo bueno del ser humano haciéndole homenajes a nuestros próceres y no a fantasmas que nadie quiere recordar”.
La historia infortunadamente no se olvida y siempre termina diciendo presente, y la Rectora con rostro fruncido, con una mirada pesada y decepcionada acepta que “la idea de colocar el colegio en este lugar no fue con propósito de redimir y limpiar la historia de lo que pasó aquí, básicamente se utilizó un espacio y ya, por eso considero que nunca nos separaremos del revoquete de Papillon y la prisión de Obando”
Sin parecer exagerado, eso se representa en los rincones del colegio. Los niños parecen intentar escapar del salón de clases por lo barrotes, pegados a los hierros oxidados, con sus miradas perdidas en la profundidad del cielo, uno encima del otro como si estuvieran en una pequeña caja de fósforos. Pero ahí están esas varillas diciéndoles en silencio que están sometidos en cuerpo y alma a las clases, al saber, a las ideas y al conocimiento. De la misma forma esos candados seriales y verticales les pudo haber dicho a esos delincuentes que estarían encerrados para siempre, vigilados, fiscalizados, discriminados y recordados en el vacío abismal del tiempo.
Al parecer la cárcel de Obando y la Institución Nuestra señora del Rosario parecen interrelacionados por una historia de domesticación y de crianza, de manejar al sujeto como un ser que tiene que ser humanizado bajo el control de la subjetividad de los detenidos y de los estudiantes. Es extraño, pero la pedagogía es como una forma de encarcelamiento a partir de una educación implantada, pues para todo niño el colegio es ante todo una forma punitiva de control sobre sus actos; y así se ven entre los caminos imperceptibles de la antigua guarnición Obando, parecidos a los autómatas que tienen que respetar la fila, la hora de almuerzo, el recreo, los horarios de las clases y específicamente a sus profesores, que en este caso serían una especie de guardianes carcelarios.
El colegio quiere escapar a esos relatos, pero es difícil no proyectar en los estudiantes a esos criminales de otrora, no por esencia, sino por accidente. En esa misma construcción donde caminaron los individuos más despreciables de la ciudad, juegan y gritan los ciudadanos del mañana; sobre esos barrotes donde se enganchan los alumnos a esperar a que hora suena el timbre para poder ir recreo, estuvieron asesinos, violadores y ladrones ante la ansiedad de poder encontrarse con la libertad. Y la virgen de nuestra señora del rosario a la que le rezan los hombres y mujeres, niños y niñas, padres y madres, que se encuentra al lado izquierdo de la entrada principal de la 43, también le oraron los inhumanos seres irrecordables en la capilla de la cárcel de Obando hace más de 75 años.
Sin embargo, escapar de la historia es imposible, pues lo único que puede construir una verdadera cuidad es volver sobre el pasado, así que se hace imperioso rescatar estas mazmorras por la construcción de una identidad histórica válida.
El investigador Diego Salcedo dice que “en los actuales planes de reconstrucción de espacios de la ciudad de Barranquilla se debe incluir la restauración de la cárcel de Obando, pues ésta tiene un valor histórico-arquitectónico importantísimo para la comunidad costeña y, sobre todo, para las generaciones futuras”.
Por otro lado, Ilvia Escalante, Rectora del institución, expresó que “hace dos años se le pasó una carta a EDUBAR comentándoles la situación del colegio, pues se está cayendo a pedacitos, y que ante el valor arquitectónico del espacio que estamos ocupando sería bueno que nos incluyeran en el plan de presupuestos educativos. Pero la respuesta fue que no había dinero para meterle al colegio y menos a unas mazmorras”.
Afortunadamente, para el Instituto Distrital Educativa Nuestra Señora del Rosario, el Alcalde Alejandro Char otorgó un dinero para la recuperación del colegio respetando la morfología de la edificación y dentro los planes esta la restauración de los calabozos subterráneos que después de 60 años de haber cerrado sus puertas por cuarta vez se abrió para iniciar los trabajos de restablecimiento arquitectónico.
A pesar de todas las aventuras que se vieron y se vivieron en estas celdas oprobiosas, el entorno carcelario aun se percibe, ese aire febril de sometimiento se palpa vestido de estudiante.
El Colegio y la cárcel son formas diferentes de acción, de visión y misión, pero las dos son formas perfectas de disciplinarización del ser humano, el colegio por medio del conocimiento, la cárcel por medio del sometimiento del alma y el cuerpo, la vigilancia y autovigilancia, la discriminación y el castigo. Aunque no son en sustancia lo mismo, estos dos espacios funcionan, como dice Platón para “domesticar y criar “; y en el Nuestra Señora del Rosario tiene todavía ese ambiente informal de acatamiento y rendición.
Muy buena, estudio ahí.
ResponderEliminarBuenas tardes recordando mi pasar por la pretigiosa escuela anexa numero 2 para niñas . Entré a esta escuela cursando primero de primaria en el año 1985 y fué una experiencia maravillosa a su vez llena de muchos mitos y leyendas reales y sub realistas , con una arquitectura extraordinaria llevada a la espiritualidad , naturaleza y sobretodo a un regosijo catolico lleno de educadoras y educandas de un margen de excelentes damas y niñas . Pues por mi pasar en esta gran y maravillosa escuela , puedo decir que nunca las maestras nos decian el porqué de tanto misterio en las galerias de la escuela , porque las ventanas de los salones de clases tenian rejas de carcel o de pricion , porqué habian fetos en unas vitrinas llenos de formol si solo eramos unas chiquillas 7 y 11 años de edad , porque cada vez que haciamos limpiezas para educarnos como mujeres integras llenas de valores en las galerias se escuchaban lamentos y al arar un poco la arena para dejar limpio por completo la galeria y el jardin por tantos rumores escarbabamos y econtrabamos restos de huesos humanos y feretros de maderas enterrados. Pues la respuesta fué la carcel del frances papillon llamada obando. Así que porfavor a modo de critica deberia investigarse un poco mas a profundidad el tema y no confundir que el colegio nuestra selora del rosario fué donde ocutrió todo este dezfile de leyenda , fué la carcel dende estuvo el frances papillon llamada obando lo que se llama escuela anexa numero dos para niñas y bueno nunca como dicen el señor o el preso papillon sale como fantasma . Gracias .
ResponderEliminarCómo no acordarme,yo estudié ahy era anexa #36 para niñas,en la jornada de la tarde año 85 hasta hasta el año 90 que recuerdos bellos.
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