La muerte es como el arte, pues es la oportunidad de expresar nuestros más íntimos deseos sin preocuparnos de los señalamientos posteriores; es la forma por la cual podemos llevar a cuestas el peso de la historia. (Jairo Gutiérrez Bossa)
jueves, 20 de enero de 2011
EL PROBLEMA DE VIVIR EN EL MUNDO: LIBRE ALBEDRIO
La noción de Libertad. De Platón a Borges
Existen múltiples problemas filosóficos sin responder y que aún en nuestros tiempos han generado gran interés, como el del libre albedrio. Desde antes de Aristóteles en el año 350 a.C, en la Edad Media San Agustín y Tomas de Aquino, Kant, Nietzsche entre otros se han preocupado por responder este cuestionamiento de ¿cómo ser libres?
Esta anhelada libertad se enmarca en muchos campos de la existencia. Para muchos creyentes la discusión termina en un solo ser, Dios, el simboliza la libertad. Dios de antemano sabe nuestro futuro, dice que decir y que hacer y cómo hacerlo, él es la única respuesta al todo absoluto y todo se rige alrededor de unas leyes inobjetables (Los Diez Mandamientos), lo que hace pensar que pasara mañana según su libre capricho, pues ya ha determinado esas decisiones. En consecuencias, para somos seres determinados y nuestra libertad radica en el libre obedecimiento de las normas que Dios (logos absoluto) ha determinado para nuestro futuro, presente y pasado.
Spinoza escribió "Las decisiones de la mente no son nada salvo deseos, que varían según varias disposiciones puntuales". "No hay en la mente un absoluto libre albedrío, pero la mente es determinada por el desear esto o aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y ésta a su vez por otra causa, y así hasta el infinito." (Spinoza, 1990). Schopenhauer escribiría también "Todos creen a priori en que son perfectamente libres, aún en sus acciones individuales, y piensan que a cada instante pueden comenzar otro capítulo de su vida.... Pero a posteriori, por la experiencia, se dan cuenta —a su asombro— que no son libres, sino sujetos a la necesidad, su conducta no cambia a pesar de todas las resoluciones y reflexiones que puedan llegar a tener, desde el principio de sus vidas al final de ellas, deben soportar el mismo carácter (Schopenhauer, 2000, Cap. II). Entonces reconocemos una libre albedrío falaz, superfluo, el cual solo existe en nuestros razonamientos, pero que en el mundo empírico todo nuestro actuar está determinado por un fuerza absoluta que es Dios o, como piensa Schopenhauer, que es la voluntad, es decir, un humano puede hacer muy bien lo que él quiere, pero no puede hacer lo que él quiere (Schopenhauer, 2000).
Sin embargo, para Sartre y muchos de los existencialistas contemporáneos, el libre albedrío es la posibilidad de tener capacidad de elección, pues la existencia no es quietista sino de acción, por lo tanto para el existencialismo sólo hay realidad en la acción, el hombre existe en la medida en que se realiza, es el conjunto de sus actos y nada más. Este pensamiento tiene dos caras: por un lado es duro para aquellas personas descontentas con lo que son, para los que no han triunfado en la vida; estas personas pueden engañarse diciendo que en realidad el conjunto de sus actos no muestra su auténtica valía, diciendo que hay en ellos capacidades, talentos o disposiciones desaprovechadas, que el mundo les ha impedido dar de sí todo lo que realmente son. Pero, por otro lado, esta doctrina es optimista pues declara que el destino de cada uno de nosotros está en nuestra mano y nos predispone a la acción, a no vivir de sueños, de esperanzas, a dejar de lado nuestra miseria y realizar nuestro proyecto: el héroe no nace héroe, se hace héroe; si se es cobarde es como consecuencia de una decisión, no porque fisiológicamente o socialmente se esté predispuesto para ello; el cobarde se hace cobarde, pero hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser por más tiempo cobarde, como para el héroe la de dejar de ser héroe (Sartre, 2001). Es la oportunidad de tener una actitud creadora sobre nuestras vidas, no hay nada que nos determine, pues Dios no existe, estamos solos en el mundo y sobre nosotros recae la responsabilidad de vivir y de crear nuestra forma de vida teniendo en cuenta nuestros vínculos con el exterior; la relación sujeto-objeto.
Ahora, somos conscientes de los descubrimientos de nuevas leyes que rigen nuestra realidad, leyes que son confiables que gobiernan el comportamiento de cualquier ente en el mundo. Por lo tanto reconocemos que somos superestructuras complejas, sistemas físicos, arreglos complejos de moléculas físico-químicas que se mueven aleatoriamente en un campo probabilístico del espacio. El cuerpo está regido por diferentes leyes básicas y esenciales que determinan nuestro existir corpóreo, que hacen ver, para muchos empiristas, nuestras decisiones como una gran charada. Pero, ¿es la libertad una cuestión probabilística? O es encontrar un sitio en este mundo para las personas, no como cuerpos sino como personas, es encontrar un sitio para la elección y la responsabilidad e intentar comprender e interpretar la individualidad.
EL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO. EL SUEÑO DE UN DESTIERRO

"Lo que más requiere de pensarse en nuestro tiempo problemático es el hecho de que nosotros no pensamos todavía”; esto pensó Martín Heidegger en sus aportes a la filosofía y lo traigo a colación en este momento en el que Latinoamérica esta en un proceso de encontrase así mismo, de obtener un pensar propio y que se identifique con las necesidades textuales y contextuales de esta parte del continente.
En los últimos años mandatarios como Hugo Chávez de Venezuela, Rafael Correa de Ecuador, Ignacio da Silva de Brasil, entre otros; junto a proyectos de integración como UNASUR y los proyectos inconclusos: MERCOSUR y la COMUNIDAD ANDINA son producto de esta intención marcada de poder construir un pensamiento ajustado que permita la cohesión social y unas políticas ancladas en la realidad del espacio y tiempo en Latinoamérica.
Para el periodista argentino, ya fallecido, Tomas Eloy Martínez “El poder de hoy, a diferencia de la Argentina de hace un siglo, es iletrado. Al mismo tiempo desconfiado, sordo y ciego. Pero hay que comparar un poco”. Esto es ampliable a muchos de los gobiernos de nuestro territorio incluido, ofendiendo un poco a Eloy Martínez, Argentina, que es una de las naciones que paso de un estado positivo de mandato a una presidencia plagada de farándula e ignorancia vulgar y atrevida.
Ahora bien, lo que preocupa es en que bases ideológicas se desprende estas nuevas formas del un pensar natural de estos territorios (Bolivarianismo, Socialismo del Siglo XXI, entre otras ideas extrañas).
Es interesante escuchar el discurso del Presidente Venezolano Hugo Chávez, que hace una extraña mezcla de ideas, entre el Bolivarianismo y el Socialismo. Lo más embarazoso de este fenómeno intelectual es que Simón Bolívar, el libertador, no era socialista y que sus ideales no tenían nada que ver con esta corriente, aunque grandes pensadores digan lo contrario. Bolívar era un producto del pensamiento ilustrado de la Europa del siglo XVIII, siendo, además, un gran amante de las ideas de Rousseau y el Contrato Social. Lo que buscaba Bolívar era sin duda, una América para los americanos, lo dijo en la carta a Jamaica en 1815 “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria…”.
Por otro lado, el socialismo siglo XXI que profesa a los cuatro vientos el guerrillero frustrado es un completo exabrupto político. El socialismo y el comunismo han fracasado como proyecto de cambio social. El pueblo unido jamás será vencido! dice la proclama, pues les comento algo a todos aquellos que todavía creen en eso; el pueblo ya no es pueblo, no esta unido y fue vencido hace tiempo. El Presidente Hugo Chávez es un ideólogo anacrónico, sus postulados han fenecido y no tienen consistencia con la realidad planteada en Latinoamérica, además que Simón Bolívar y el socialismo son una contradicción lógica e incoherente.
Así mismo, Ecuador, Bolivia y Argentina son lacayos lúgubres de la reencarnación de Bolívar (Chávez). Son mandatarios que les faltan actitudes de verdaderos líderes políticos. Sobretodo a la de Argentina Cristina Elisabet Fernández de Kirchner que parece que andará más pendiente de como se ve en cámara que de saber regir las riendas de su país y según algunos habitantes, de esa prosperidad que tuvo Argentina después de la lastimosa crisis que le toco vivir, no esta quedando nada (encantado de saber opiniones en contra o a favor).
Colombia, mi país, es muy difícil establecer un ideario natural de estos territorios. Acabamos de salir de las fauces de un presidente vesánico y chapulinesco como Álvaro Uribe Vélez. Un hombre frío, calculador que se mostró como el Mesías; un sagaz manipulador y cautivante pícaro. Al mismo tiempo, en ocho años de gobierno (el primero mucho mejor que el segundo) no expuso un interés en ser parte de una integración de Latinoamérica, de construir una identidad propia, sus discursos en ningún momento se vislumbro una idea cercana, todo lo contrario, el basamento de sus estabilidad en el poder consistió en el discusión agresiva, insultante e hiriente con los países colindantes. No obstante, lo comprendo y le tengo lastima por eso, puesto que su intelectividad no le daba para más, sino para insultar y agredir, esas eran las más profundas reflexiones que su mente-en toda su capacidad- podía procesar.
Ahora retomare el camino de esta discusión, pues no quiero cometer una digresión, seria de mal gusto y una descortesía.
Pensar Latinoamérica, es entrar en un entorno de redes complejas de procesos históricos, políticos, sociales, culturales inconclusos y tergiversados. En consecuencia, se tiene que repensar Latinoamérica, cómo dijo muy bien Waldo Ansaldi “los intelectuales debemos antes hacer oír nuestra voz para que la historia”, agregando lo que comenta el periodista uruguayo Héctor Valle cuando comenta que “el desconocimiento de la historia de la misma (Latinoamérica) es tan dañino como inhabilitante para promover un pensamiento que pueda conllevar una comprensión cabal del presente para mejor ver el porvenir de nuestros pueblos”.
Entonces debe existir una profunda meditación histórica, un regreso al pasado desde un punto de vista totalmente negativo, es decir, desde una anulación de credibilidad a lo que se ha enseñado, colocar dentro de un paréntesis todas las ideas que tenemos como propias.
Reconocer también la realidad de las que nos habla la concepción heideggeriana que expresamos al principio del artículo en que “lo que más requiere de pensarse en nuestro tiempo problemático es el hecho de que nosotros no pensamos todavía”, pero esto no quiere decir que no pensamos, sino que estamos “siempre en camino hacia el pensar”. Este pensar abarca la mayoría de las relaciones dentro de la estructura de una realidad planteada de la cual ya somos sujetos, sobre todo en su compocisión ética especialmente en el periodismo
Tomas Eloy Martínez opina que “el periodismo encuentra su sistema actual de representación y la verdad de su lenguaje en el momento en que se impone una nueva ética. Según esa ética, el periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica; no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector sino, ante todo, una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el para qué y el cómo de las cosas con el deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez.” Adicionando que “siempre que las sociedades han estado a punto de cambiar de piel, los primeros síntomas de ese cambio han aparecido en la cultura.”
Estos cambios deben ser originados desde una actitud de cambio, en la que no se debe conocer para modificar, sino modificar para conocer.
Andrés Bello comentaría que la “la América no ha sacudido aun sus cadenas; se arrastra sobre nuestras huellas con los ojos vendados; no respira en sus obras un pensamiento propio, nada original, nada característico; remeda las formas de nuestra filosofía, y no se apropia su espíritu… Aspirad a la independencia del pensamiento… Esa es la primera filosofía que debemos aprender de la Europa.” Lo dijo, Andrés Bello, en la ciudad de Santiago de Chile, allá por el año de 1848. Ante todo, sostengo yo, debemos eliminar los grilletes de la historia, entre ellos el catolicismo (tema de otro artículo) y el fantasma de una independencia fantasmagórica, irritante e inexacta.
Como dijo mi amigo Héctor Valle siguiendo en su última línea a Eloy Martínez Ah, yo creo que debemos visitar nuestra historia a fin de entender mejor nuestro presente activo y entendernos mejor a nosotros mismos, y coincido plenamente con Eloy Martínez en que la primera tarea nuestra es de regeneración moral para luego ir en pos de la integración”.
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