martes, 16 de noviembre de 2010

La vesánica Ciudad Calavera


La música de Rammstein suena a todo volumen con el tema Zwiter. La lluvia arrecia la ciudad Calavera con agresividad, mientras en las calles los pasos pasmosos y melancólicos de los habitantes perturban la mente de los no pensantes. La Ciudad, oscura y tenebrosa como cosa extraña, obnubila la alegría e interioriza la depresión; sus gárgolas, sus edificios exageradamente altos, las calles angostas y callejones asfixiantes asesinan a la persona que las observa.
Me pregunto: ¿porque alguien puede vivir entre tanta niebla y obscuridad? Me acerco a la ventana para mirar si la lluvia ha cesado y maldecir el lugar donde termine hace doce años y no he podido salir por culpa de la abulia que me condiciona.
La Ciudad Calavera, vertiente de Hades y sus pesadillas, queriendo destruirla de mi pensar, pero no de mi corazón, me mostró una vida que difiere a lo que acostumbramos a tener y sentir.
Aquí lo real no existe, sólo cómo aproximación a la realidad, está es una extensión del sujeto, como lo es Dios y de Dios el Diablo, todo es una producción de extensiones en la realidad de la ciudad Calavera, todo la estructura es una dilatación de los constructos mentales de los habitantes. Cada persona es una gárgola fría y deteriorada por un tiempo confuso, en el que el presente desaparece, el pasado condiciona y el futuro es una tendencia positivista-conjetural.
Salgo del apartamento para ver que me encuentro en un día que soslaya las convicciones funcionales de una esperanza cansada y descompuesta. Las carreteras están en lo profundo de los exiguos riachuelos provocados por una lluvia que no se detiene; personas por todos lados, no obstante, no se miran, no conversan, no interaccionan. Hace tiempo entendí que en este mundo no es malo co-habitar con la humanidad, lo perverso y nefasto es juntarse mucho a ella, pues la mundanidad es mediocre, abstrusa y sin sentido; la humanidad en la ciudad Calavera no es evaluada por su esencia, sino por su utilidad, desde lo que sirva para el equilibrio de lo que representan como Seres.
En el trayecto rumbo al café-bar y observando la densidad existencial de la ciudad, me acorde de una conversación con un vecino, el cual conocía como Arthur, era con el único que conversaba de manera real y profunda. En una ocasión me pregunte:
-¿Qué tienes ciudad que deprime, decepciona y que aunque uno quiera no me quiero alejar de ti?-.
Me contestó -La ciudad Calavera nunca fue así y tampoco se llamó así. Lo que nos llevó a esta condición, fue darse cuenta que el humanismo y la benevolencia eran herramientas que llevaban al colapso. Cuando se descubrió que la razón era el salto vulgar a un abismo sin fondo y que ya estaba bueno de alabar al prójimo y no al yo-.
Replique -¿Qué quiere decir con eso de que “ya estaba bueno de alabar al prójimo y no al yo”?
-Joven durante mucho tiempo se ha enseñado que el prójimo es más importante que nosotros, por ejemplo: Ama a tu prójimo, si te golpean en una mejilla ofrece la otra, no le hagas a los demás lo que no quieren que te hagan, etc. Y de que sirvió tanta benevolencia, sino como generadora de conflictos y de una sociedad plagada de excusas en la que Dios es la mayor de todas. La Ciudad cambió a esto cuando se vislumbró que de la compasión se originan las grandes estupideces que ella es la más enérgica en fomentar de hecho la negación de la voluntad de vivir. La compasión, las caritas, al permitir a los deprimidos y a los débiles seguir viviendo y tener descendencia obstaculiza las leyes naturales de la evolución: acelera la decadencia, destruye la especie, - niega la vida. Así que lo más preponderante para existir es coopertenecernos a nosotros mismos, retornar a uno mismo. El yo es un descubrimiento reciente, siempre fue el tu. La Ciudad Calavera es ante todo el siempre yo. Debemos aprender de lo que dijo Sartre “Ama a tu prójimo y después me dirás el resultado”- respondió Arthur con un toque de arrogancia y sabiduría.
Yo seguí preguntando sin recelo a mi vecino, que mostraba gran conocimiento respecto a la ciudad y su historia.
-¿En que se origina la realidad del hombre en la Ciudad?- inquirí nuevamente.
-La realidad radica en el reconocimiento de los que es Ser por el Ser mismo, en vivir la vida como tiene que ser vivida, la oportunidad de ser libres dentro de las restricciones, de expandir las capacidades, también la necesidad de recuperar el hombre concreto (no el ‘humanismo’ abstracto) en un mundo de ‘cosas’ sin personas. La concepción heideggeriana del hombre como ‘Ser para la muerte’, teniendo como base el reconocimiento de la parte sombría del Ser- Respondió el viejo canoso, delgado y de mirada fría.
La conversación termina ahí, pues es lo único que me acuerdo, el vino hizo sus efectos y me adentró en el olvido que ya somos.
Llego al café-bar llamado Kafka. Me siento en la barra donde una hermosa mujer pelirroja con aspecto industrial me atiende con seriedad.
-Que le ofrezco- Me cuestiona.
-Un vodka por favor- contesto.
La mujer inmediatamente se retira por el pedido, en el fondo del bar esta un grupo de darkjazz amenizando el momento para los pocos asistentes al lugar.
Sigo retornando a doce años de estadía en esta ciudad perdida, misteriosa y algo mítica. Donde a pesar de la lúgubre existencia de estas personas la tranquilidad y el sosiego abundan por doquier.
-¿que piensas muchacho?- intempestivamente pregunta la dama del bar con una mirada fija y segura, como la de todos en esta ciudad.
-en muchas cosas, la verdad…- contesto sin pensar.
-no pienses tanto, pensar duele y es agotador, porque no simplemente disfrutas, en ocasiones la vida no necesita argumentos para fundarse, requiere corazón y voluntad de vivir, ganas de poder, por eso la vida aquí es tan apreciada a pesar de nuestra pseudo-oscuridad existencial, ríete de la realidad y sus vicisitudes, recréate en el dolor, sólo elévate. -expresa ella con una sonrisa de intelectual arrogante, pero bonachóna.
La chica inmediatamente se retira hacia otro caballero. Me deja pensando en lo que dijo e infiero que la Ciudad Calavera mira hacia abajo, porque esta elevado. Entonces, el que asciende a las más altas montañas se ríe de todas las tragedias: de las del teatro y de las de la vida. Por eso en su arrogancia, oscuridad y misterio se des-oculta la felicidad de la Ciudad Calavera.
El sentido de todo es la felicidad, pero de una felicidad en la vida, en la sobrevaloración de los instintos.
Oooh! Ciudad Calavera… madre de un hombre nuevo, de una vida hecha de momentos y no de épocas, Oooh! Ciudad Calavera… cárcel de una libertad restringida, pero real, Oooh! Ciudad Calavera… vesánica… Ciudad Calavera… Animus in consulendo liber.

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